Las cuatro estaciones
28/01/2016 — 05/02/2017
Los cuadros presentados en esta exposición no sólo representan las cuatro estaciones que se suceden entre sí. En Europa, donde estaba muy presente la obra pictórica de los «pequeños holandeses», el proceso de legitimación del paisaje se dio durante el Romanticismo: en los cuadros de John Constable, en Inglaterra; Caspar David Friedrich, en Alemania; Théodore Rousseau y otros miembros de la Escuela de Barbizon, en Francia.
En el arte ruso, el paisaje nacional se configuró durante la segunda mitad del siglo XIX, en una época en que prevalecía una actitud crítica hacia la realidad existente. Esto no significa que antes no hubiera imágenes de naturaleza en la pintura rusa.
Incluso en las pinturas de iconos de los siglos XIV-XVII a menudo se situaba a los personajes de las Sagradas Escrituras en un entorno natural o urbano. En el siglo XVIII y a principios del siglo XIX abundaban también los cuadros, grabados y dibujos en los que se representaban escenas urbanas pero sus autores, en gran medida, eran extranjeros que trabajaban en Rusia.
En la primera mitad del siglo XIX, algunos pintores rusos, por el contrario, adquirieron fama en Europa por sus paisajes, dejando una profunda huella, especialmente con sus cuadros sobre Italia (Silvestr Schedrín, Aleksandr Ivánov).
El florecimiento del género paisajístico relacionado con Rusia tiene lugar precisamente hacia la segunda mitad del siglo XIX. En este momento, los pintores, al igual que los escritores, los poetas o los músicos, no se limitaban a representar la naturaleza, sino que expresaban, a través de este motivo, su actitud hacia la vida y los problemas sociales.
Las cuatro estaciones es uno de los temas fundamentales de la literatura, la música y la pintura rusas. La tormenta de nieve que ruge en la penetrante novela corta de Aleksandr Pushkin se percibe en los cuadros de Nikolái Sverchkov y Aleksandr Guerásimov, que se pueden ver en esta exposición. Por su parte, Alekséi Savrásov y Nikolái Dubovskói plasman la nieve cruel y ardiente, tal y como la describió Fiódor Dostoievski en su novela Humillados y ofendidos.
El bosque cubierto por un manto de nieve aparece majestuoso en Invierno de Iván Shishkin. Pero el invierno en Rusia no es sólo sinónimo de frío. En los insólitos días de sol, la nieve emite destellos y se tornasola en diferentes colores, permitiendo a todos dar un hermoso paseo en trineo tirado por caballos o jugar con bolas de nieve, como hacen los personajes de Borís Kustódiev o Konstantín Yuón.
La primavera es una época de esperanza. Para algunos pintores la primavera se asocia con una vida nueva. «Los árboles ya se habían despertado y sonreían afablemente, y por encima de ellos se iba, Dios sabe adónde, el cielo azul insondable, inabarcable», escribió Chéjov. Los árboles, que poco a poco vuelven a la vida irguiéndose con sus troncos y ramas hacia el cielo, los ríos y los lagos que se deshielan y el olor de la tierra primaveral impregnan los paisajes de Alekséi Savrásov, Isaak Levitán, Ígor Grabar y otros pintores.
El verano es la época del año comúnmente preferida, cuando por fin es posible calentarse al sol, bañarse y disfrutar de la variedad de colores que exhibe la naturaleza. Al verano está dedicado un sinfín de obras de artistas de diferentes épocas y estilos, que pintaron tanto los momentos alegres como los tristes, los días de trabajo y los de descanso.
El otoño es el momento en que la naturaleza se sume en el letargo, se adormece. Pero la sabiduría de la madurez consiste también en no despojarse de su belleza. Los paisajes otoñales conmovían a Chéjov, a Turguénev y a muchos otros, que dejaron versos conmovedores sobre la época otoñal, auténtico «hechizo para la mirada» (Pushkin).
Los artistas, escritores, poetas y músicos encontraron inspiración tanto en los caminos otoñales, sumidos en la espesa niebla (Arjip Kuindzhi), como en los árboles dorados que adornan los bosques (Isaak Levitán, Stanislav Zhukovski, Aristarj Lentúlov y otros).
Los cuadros presentados en esta exposición no sólo representan las cuatro estaciones que se suceden entre sí. Las variaciones estilísticas, la riqueza de motivos y visiones individuales que constituyeron la cultura plástica de la Rusia de los siglos XIX y XX están admirablemente expresadas en los cuadros dedicados a las estaciones del año, como hiciera Piotr Chaikovski con su suite para piano Las estaciones.
Las cuatro estaciones
28/01/2016 — 05/02/2017
Los cuadros presentados en esta exposición no sólo representan las cuatro estaciones que se suceden entre sí. En Europa, donde estaba muy presente la obra pictórica de los «pequeños holandeses», el proceso de legitimación del paisaje se dio durante el Romanticismo: en los cuadros de John Constable, en Inglaterra; Caspar David Friedrich, en Alemania; Théodore Rousseau y otros miembros de la Escuela de Barbizon, en Francia.
En el arte ruso, el paisaje nacional se configuró durante la segunda mitad del siglo XIX, en una época en que prevalecía una actitud crítica hacia la realidad existente. Esto no significa que antes no hubiera imágenes de naturaleza en la pintura rusa.
Incluso en las pinturas de iconos de los siglos XIV-XVII a menudo se situaba a los personajes de las Sagradas Escrituras en un entorno natural o urbano. En el siglo XVIII y a principios del siglo XIX abundaban también los cuadros, grabados y dibujos en los que se representaban escenas urbanas pero sus autores, en gran medida, eran extranjeros que trabajaban en Rusia.
En la primera mitad del siglo XIX, algunos pintores rusos, por el contrario, adquirieron fama en Europa por sus paisajes, dejando una profunda huella, especialmente con sus cuadros sobre Italia (Silvestr Schedrín, Aleksandr Ivánov).
El florecimiento del género paisajístico relacionado con Rusia tiene lugar precisamente hacia la segunda mitad del siglo XIX. En este momento, los pintores, al igual que los escritores, los poetas o los músicos, no se limitaban a representar la naturaleza, sino que expresaban, a través de este motivo, su actitud hacia la vida y los problemas sociales.
Las cuatro estaciones es uno de los temas fundamentales de la literatura, la música y la pintura rusas. La tormenta de nieve que ruge en la penetrante novela corta de Aleksandr Pushkin se percibe en los cuadros de Nikolái Sverchkov y Aleksandr Guerásimov, que se pueden ver en esta exposición. Por su parte, Alekséi Savrásov y Nikolái Dubovskói plasman la nieve cruel y ardiente, tal y como la describió Fiódor Dostoievski en su novela Humillados y ofendidos.
El bosque cubierto por un manto de nieve aparece majestuoso en Invierno de Iván Shishkin. Pero el invierno en Rusia no es sólo sinónimo de frío. En los insólitos días de sol, la nieve emite destellos y se tornasola en diferentes colores, permitiendo a todos dar un hermoso paseo en trineo tirado por caballos o jugar con bolas de nieve, como hacen los personajes de Borís Kustódiev o Konstantín Yuón.
La primavera es una época de esperanza. Para algunos pintores la primavera se asocia con una vida nueva. «Los árboles ya se habían despertado y sonreían afablemente, y por encima de ellos se iba, Dios sabe adónde, el cielo azul insondable, inabarcable», escribió Chéjov. Los árboles, que poco a poco vuelven a la vida irguiéndose con sus troncos y ramas hacia el cielo, los ríos y los lagos que se deshielan y el olor de la tierra primaveral impregnan los paisajes de Alekséi Savrásov, Isaak Levitán, Ígor Grabar y otros pintores.
El verano es la época del año comúnmente preferida, cuando por fin es posible calentarse al sol, bañarse y disfrutar de la variedad de colores que exhibe la naturaleza. Al verano está dedicado un sinfín de obras de artistas de diferentes épocas y estilos, que pintaron tanto los momentos alegres como los tristes, los días de trabajo y los de descanso.
El otoño es el momento en que la naturaleza se sume en el letargo, se adormece. Pero la sabiduría de la madurez consiste también en no despojarse de su belleza. Los paisajes otoñales conmovían a Chéjov, a Turguénev y a muchos otros, que dejaron versos conmovedores sobre la época otoñal, auténtico «hechizo para la mirada» (Pushkin).
Los artistas, escritores, poetas y músicos encontraron inspiración tanto en los caminos otoñales, sumidos en la espesa niebla (Arjip Kuindzhi), como en los árboles dorados que adornan los bosques (Isaak Levitán, Stanislav Zhukovski, Aristarj Lentúlov y otros).
Los cuadros presentados en esta exposición no sólo representan las cuatro estaciones que se suceden entre sí. Las variaciones estilísticas, la riqueza de motivos y visiones individuales que constituyeron la cultura plástica de la Rusia de los siglos XIX y XX están admirablemente expresadas en los cuadros dedicados a las estaciones del año, como hiciera Piotr Chaikovski con su suite para piano Las estaciones.